domingo, 22 de octubre de 2017

“SIEMPRE TE VOY A QUERER”: LA FRASE FAVORITA DE LOS HOMBRES QUE NO LUCHARON POR MÍ.

Nunca había sido tan honesta conmigo misma ni con mis sentimientos como estoy a punto de serlo; tal vez todo este tiempo he tenido miedo de asumir verdades que guardaba en el clóset con la esperanza de olvidarlas y el tiempo las degradara, pero no, sucedió todo lo contrario, acumulé experiencias y emociones hasta que no hubo espacio para algo más, fue mi límite. Creo que yo misma provoqué un desorden cuando creí que todos los seres humanos se iban a apasionar por mí de la misma manera en la que yo me fasciné con la existencia de algunos hombres con los que he compartido partes de mí, cada una diferente.

Mis relaciones no han sido exitosas, no he tenido ni una en la que yo me haya sentido realmente querida y valorada al cien por ciento, creo que me conformaba porque, como siempre, el principio es apasionante, emocionante, pero…

CONFORME PASABA EL TIEMPO SIEMPRE TERMINABA SIENDO ALGO ASÍ COMO UNA LINDA LÁMPARA EN LA SALA: TODOS ESTABAN CONSCIENTES DE MI EXISTENCIA EN SU VIDA, PERO DEJARON DE APRECIARME PORQUE SE ACOSTUMBRARON A VERME DECORANDO SUS VIDAS.
Y claro, en vez de hacer algo al respecto como irme en cuanto antes, terminaba buscando justificaciones para las actitudes de mis parejas, yo quería justificar su comportamiento frío, indiferente, egoísta, cambiante, y un tanto destructor; pensaba que encontrar razones era un intento de lucha por mantener relaciones que claramente no eran para mí.

El hecho de no sentirme valorada no es culpa de las personas con las que estaba, creo que simplemente el reloj nunca ha sido mi amigo o se pone celoso, porque nunca he conocido a alguien que esté en un buen momento como para quererme; algunos creen que se debe a que la persona “indicada” no ha llegado, sin embargo, yo considero que no existe “la persona indicada”, yo creo que uno elige hacia dónde va y a quien quiere de compañía, porque al final nadie es perfecto, uno simplemente aprende a dar del mismo modo en que exige a la otra persona, es un acuerdo de intercambio continuo.

UNO DA Y EL OTRO TAMBIÉN, UNO CRECE Y EL OTRO DEBE CRECER IGUAL, UNO RESPETA Y EL OTRO IGUAL, ES COMO SI DOS FLORES SE REGARAN AGUA ENTRE ELLAS.
Entonces, si siempre había tenido muy claro cómo era una relación buena y sana, ¿Cómo permití que las personas me quisieran a medias? Bien dice Stephen Chobsky que aceptamos el amor que creemos merecer. ¿Esa era mi gran aspiración, atraer hombres inestables que un día me querían, y al otro más o menos, y después ni un poco?, ¿Dónde quedaba yo en el cuadro? Analizando un poco mi comportamiento entendí que uno no puede ser la persona que da todo por los demás siempre, a veces es bueno alejarse y navegar entre las tempestades propias para aclarar nuestra visión, y que uno también merece a alguien que te quiera conservar como si fueras tesoro.

SÍ, YO SIEMPRE ACEPTÉ EL AMOR QUE CREÍA MERECER, PORQUE DE ALGÚN MODO SIEMPRE ME OLVIDABA DE MÍ MISMA CUANDO ESTABA CON OTRAS PERSONAS, NO ERA UN INTERCAMBIO MUTUO, EN REALIDAD NO ME IMPORTABA QUE ME QUISIERAN DE MANERA MEDIOCRE MIENTRAS MINTIERAN BIEN DICIENDO QUE ME QUERÍAN.
Al estar tan inmersa en otras personas entregándome por completo, olvidando que yo soy realmente increíble, estaba destinada, sin saberlo, al continuo fracaso amoroso. Lo atraje, yo misma atraía a personas inestables porque el amor hacia mí misma era inestable, porque no era firme, porque me conformaba, porque no puse límites cuando debí haberlo hecho. Aceptaba que me hablaran mal, que me trataran de manera ordinaria cuando cada ser humano merece un amor que le haga sentir extraordinario y capaz de hacer lo imposible, posible. Uno mismo va limitándose, y uno mismo termina rompiéndose en pedazos con tal de reparar a los demás, ¿y quién lo repara a uno?

NO PORQUE TODO SE TRATE DE DAR Y RECIBIR, SINO QUE UNO NO PUEDE ROMPERSE POR LOS DEMÁS Y ESPERAR ENCONTRAR ORDEN EN NUESTRO INTERIOR, CUANDO NOSOTROS MISMOS NOS DEJAMOS EN RUINAS.
Así que nos conformamos, encontramos áreas de confort y pretendemos que grandes cosas nos sucedan en relaciones donde uno se comienza a sentir “poca cosa”. Porque a veces, con tal de mantener la chispa encendida, nos olvidamos que tenemos nuestra propia magia, y que, si nuestra pareja no nos aprecia y deja de fascinarse por nuestra luz, seguramente no deberíamos apagarnos, sino volar lejos, permitirnos entrar en la oscuridad para recordar que nuestro brillo es propio, y que nosotros mismos debemos iluminar nuestro camino.

Ahora recuerdo múltiples veces en las que terminé relaciones amorosas y ellos me dijeron: “eres alguien muy importante para mí, siempre te voy a querer”,

¿CÓMO ES QUE A ALGUIEN QUE ES IMPORTANTE PARA TI LA DEJAS IR? Y DICEN ESTAS PALABRAS COMO PREMIO DE RECONCILIACIÓN, PORQUE ES MÁS FÁCIL DECIR QUE SIEMPRE VAS A QUERER A ALGUIEN, QUE QUEDARTE A DEMOSTRARLO.
Creo que he escuchado esa frase más de tres veces en mi vida, tres veces en las que me olvidé por completo que mi prioridad soy yo, que realmente merezco a alguien que me haga sentir invencible y no un bichito vulnerable que se ahoga en un vaso con agua.

En este momento estoy consciente de que no puedo seguir dando una y otra vez sin siquiera saber que es que me “quieran” más de dos meses. Tengo los pies puestos sobre la tierra, y mi corazón ocupado en las prioridades que hace tiempo dejé de lado: las cosas que me hacen sentir bien, quererme más, y saber que no está mal ser cómo soy, que no soy una mala persona por renunciar a situaciones en donde mi paz mental se pierde. Estoy lista para absorber el Universo entero, quiero que cada rincón de mi alma se sienta fuerte de nuevo, retomar pensamientos que hice a un lado por sentirme rechazada, quiero volver a sentirme sensual, y no precisamente porque sea guapa o tenga buen cuerpo, no, sino porque se convivir conmigo misma y que mi seguridad lo refleje.

SUPONGO AL FINAL DE TODO NO HE TENIDO RELACIONES DE PAREJA EXITOSAS, PERO EL ÉXITO DE TODAS ELLAS LO HE ENCONTRADO AHORA QUE VUELVO A ESCUCHARME, QUE VUELVO A SENTIRME MÍA Y DE NADIE MÁS, PORQUE AL FINAL TENERME Y RECUPERARME A MÍ MISMA SIGNIFICA QUE TRIUNFÉ SOBRE CUALQUIER NOCHE LLENA DE LÁGRIMAS O CUESTIONAMIENTOS ABSURDOS.
Y lo sé, quien me quiera no debe porque usar excusas desgastadas, no van a existir los pretextos, ni frases que dicen todos para no hacerte sentir miserable. Al final no voy a tener que justificar a nadie, solo voy a tener que amar a alguien. Pero por ahora, solo quiero quererme a mí, para que por primera vez en mi vida pueda atraer algo que no me deje a la deriva, sino que se mantenga aunque la vida golpee fuerte. Y si no funciona ahora tendré la certeza de que sí, existirá alguien que siempre me querrá y esa persona soy yo misma.

Texto por: Arte Jiménez

compartiendo amor!

Somos cada vez más las personas que creemos que otras formas de desearse y amarse son posibles, el amor se está poniendo de moda: ya no es un asunto del que avergonzarse, ya por fin la gente entiende que no es un asunto tuyo que pertenece a la esfera de tu intimidad y privacidad. Es un asunto colectivo: lo romántico es político. Aprendemos a amar a través de la familia, la socialización, y la educación. Nos meten el romanticismo patriarcal en vena a través de la cultura: con mitos, estereotipos y roles sublimados nos explican qué es lo anormal y qué es lo normal, cómo son las mujeres y cómo son los hombres, y cómo se relacionan entre ellos.

Nuestra cultura es patriarcal, nuestra forma de relacionarnos es, pues, patriarcal. La ideología de la construcción social y cultural del amor es patriarcal y capitalista, por eso amamos todos así, y no de otra manera. La buena noticia es que el amor se puede despatriarcalizar, descapitalizar, deconstruir, desmitificar, colectivizar y re-inventar, y además creo que tiene un hermoso y noble potencial revolucionario.

En un mundo en el que la gente está presa del miedo y el odio, amarse es una forma de resistencia frente a la barbarie. Es el único remedio para luchar contra la soledad del individualismo, y es la única cura posible ante las enfermedades de transmisión social (homofobia, lesbofobia, transfobia, xenofobia y racismo, misoginia, machismo, clasismo, gordofobia, etc.).


El capitalismo patriarcal nos quiere celosos, monógamos, posesivos, amargados, miedosos, con complejos e inseguridades, y sumergidos en las guerras románticas, entretenidos en el diseño de estrategias que nos sirvan para retener al otro, para enamorar al otro, para dominarlo y hacerlo nuestro. El patriarcado neoliberal nos quiere divididos en dos grupos, y nos hace creer que hombres y mujeres somos muy diferentes, pero complementarios. Somos mitades que si se juntan, forman una unidad perfecta.Frente al paraíso romántico individual que nos promete el amor eterno, somos muchas los que seguimos deseando alcanzar la utopía colectiva, aquella en la que todos nos salvamos creando redes de cooperación y ayuda mutua. El capitalismo nos quiere aislados, de dos en dos, en niditos de amor en los que nos permanecemos muy ocupados sosteniendo inútiles luchas de poder, tratando de adaptar los mitos del romanticismo patriarcal a la realidad sin mucho éxito.

En realidad estas milongas románticas sirven para que asumamos como natural esta forma de organizarse en jerarquías de manera que unos pocos dominen al resto. Sólo que en lugar de luchar contra los pocos que tienen el poder, los medios, las tierras, los bancos, y los puestos de poder, lo que el capitalismo quiere es que nos entretengamos mejor en hacer la guerra permanente contra nosotras mismas, y entre nosotras.

Si lo pensáis bien, cuanto más tiempo y energía malgastamos en estas batallas, menos dedicamos a la lucha por nuestros derechos fundamentales. Cuanto más insatisfechas estamos, más queremos escapar de la realidad que no nos gusta, por eso nos encantan los deportes de riesgo, la fiesta, las drogas naturales y las de diseño, las legales y las ilegales, los viajes exóticos, las novelas y películas románticas.

En esto consiste el romanticismo patriarcal: ya en el siglo XIX se vio que los románticos en lugar de cambiar colectivamente la realidad que no les hacía felices, preferían construir su propio paraíso del amor, perderse en ensoñaciones, escribir poemas y cuentos muy trágicos o muy lindos. Y al final como la realidad nunca casaba con sus sueños, y su amor no era correspondido, después de quejarse mucho en sus obras artísticas se pegaban un tiro para pasar al olimpo de los mártires románticos, esos seres sensibles y extraordinarios incapaces de aceptar un rechazo o de asumir la realidad. Nada de querer lo mejor para la sociedad de su tiempo: los románticos querían su droga del amor, y vivían felices soñando con la llegada al paraíso, ese lugar en el que una sola persona cubrirá todas nuestras necesidades emocionales y materiales, ese espacio el que seremos felices para siempre.

Y sin embargo, no todo el mundo se aísla y malgasta su tiempo en buscar su media naranja para salvarse a sí mismos. Son muchísimas las personas que hacen barrio, que se organizan, que salen a la calle a protestar contra las injusticias, las guerras, la desigualdad, la explotación y la violencia. Y todas esas personas creemos en un mundo mejor, y soñamos con poder parar la maquinaria de la explotación a la que estamos sometidos los humanos, los animales y la naturaleza. Sabemos que podemos organizarnos económica, social y políticamente de otra manera, y que nuestras relaciones podrían mejorar o cambiar si nos lo trabajamos individual y colectivamente.


Si nos quieren compitiendo entre nosotros, peleando por los escasos recursos, explotados por unos pocos, y echándonos la culpa los unos a los otros, el camino para salir de la barbarie no es la salvación individual, sino la colectiva. Juntos somos mejores, y hoy, que me levanté optimista, me di cuenta de que somos cada vez más los que estamos apostándole al amor solidario, y a la amor compañero: un amor en el que cabemos todas y todos, sin exclusiones y sin violencias.Somos unos pocos, pero somos cada vez más. Leemos libros y blogs, nos apuntamos a talleres, lo trabajamos en nuestras asambleas, lo convertimos en tema de tesis doctoral, lo compartimos con nuestros grupos de amiga y amigos… vamos buscando la manera de querernos más y mejor, de expandir el amor en forma de redes de afecto, de construir relaciones en red que funcionen bajo los principios de la solidaridad, la cooperación, la empatía, y la ayuda mutua.

Estamos construyendo una nueva filosofía del amor que no sea jerárquico ni se base en el concepto de propiedad privada. No queremos las estructuras verticales, no queremos someternos o dominar, sino aprender a crear relaciones horizontales y en red.

El amor compañero es un amor para celebrar, para aprender, para luchar por nuestros derechos, para ayudarnos, para crecer, para organizar nuestros recursos, para construir normas propias, para destrozar las antiguas estructuras que nos oprimen… Este amor compañero está basado en el respeto, el buen trato, la ternura, la honestidad, y la generosidad. Es ese amor de la gente que se trata de tú a tú, que se relaciona desde la empatía y desde el intercambio de energías positivas, desde las ganas de vivir la alegría colectivamente. Es una forma de quererse basada en la solidaridad y el compañerismo, y sirve no sólo para practicarlo en la fábrica, en la oficina, en la asamblea, además sirve también para la pareja.

El amor compañero en pareja consiste en juntarse libremente para compartir la vida el ratito o los ratitos que queramos estar juntos. No se construye como el amor romántico desde el interés o la necesidad, sino desde la libertad y las ganas de estar juntos. En el amor compañero no se firman contratos esclavizantes ni se hacen promesas irreales de futuro: se disfruta como se disfruta la amistad, en el aquí y el ahora.

Yo concibo el amor compañero como una forma de relacionarse libre de violencia, y de machismo. Lo construyo con mi pareja trabajándome mucho por dentro, y se vive mucho mejor sin sentimientos de posesividad, sin celos, sin miedos y sin obsesiones. Se trata de disfrutar, de acompañarse, de pasarlo bien, de darse calorcito humano, de reírse mucho, de conversar rico, de compartir placeres, de crecer juntos, de cuidarse mutuamente.

El amor compañero se expande y se multiplica, y da para abastecer a todo el entorno de los enamorados, nunca se encierra en sí mismo. No importa si es monógamo o poliamoroso, que permanezca estable o vaya cambiando, no importa si es entre dos o si hay más participantes, lo importante es que la relación esté llena de amor del bueno.

El amor compañero está basado en la honestidad y la coherencia, dos de sus pilares fundamentales. Por eso se parece mucho a la amistad, y además tiene mucho y muy buen sexo. Porque se ha alejado de los mandatos que reducen el placer a la fricción de los genitales y no se centra en el coito, sino en el placer de todo el cuerpo, y en el de todos los cuerpos de las personas a las que nos unimos para compartir y disfrutar. Es una manera de vivir el erotismo sin sadismo y sin masoquismo. En ella se comparte la responsabilidad de la anticoncepción y la reproducción, se trabaja en equipo, se aprende en compañía.

En el amor compañero el sexo no se utiliza a cambio de amor. El sexo es para comunicarse, y disfrutar: no se concibe como una moneda de cambio ni una transacción, y no se concibe separado del amor: el sexoamor es una forma de quererse, no son dos cosas diferentes.

Así pienso y siento yo el amor compañero: gente que se relaciona desde la coherencia entre lo que sienten, lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen. La relación se construye desde la idea de que yo tengo los mismos derechos que tú, y podemos tratarnos como compañeros el tiempo que estemos juntos, y podemos seguir queriéndonos durante la ruptura, y después.

No se pierde en tiempo en guerras, los enamorados no se convierten en enemigos, no hace falta diseñar estrategias, jugadas sucias, no es necesario manipular: el amor compañero se construye desde la amistad, la honestidad y la confianza mutua, con mucho respeto y sinceridad.

El compañerismo es, pues, una forma de relacionarse con la gente igualitariamente, sin jerarquías, sin dominación ni sumisión, sin sufrimientos, sin dependencias. Es una forma de relación que construimos con los amigos y las amigas: también podemos hacerlo con la pareja.

Cuesta mucho, creo que sobre todo les cuesta mucho a los hombres, porque en la cultura patriarcal los compañeros son siempre otros hombres. Las mujeres se representan siempre solas, sin amigas, ni hermanas, ni madre, ni primas, ni vecinas, ni compañeras de grupo, de casa o de trabajo. Los hombres en cambio valoran mucho sus amistades con otros hombres, y en la adolescencia y la juventud jamás consideran que nosotras seamos sus iguales. Somos gente rara, somos distintas, somos inferiores, somos misteriosas, y sólo se relacionan con nosotras para follar, porque una chica no es una persona digna de ser tu amiga, es una cosa a la que conquistar, usar y tirar.

Ese es el machismo más rancio que impide a los hombres disfrutar del amor compañero con otras mujeres. Por eso es tan importante derribar los prejuicios y los estereotipos: tenemos que darnos la oportunidad de conocernos, de desobedecer los mandatos de género, de pensar juntos el tema del amor, de desmontar y desmitificar el amor, de cuestionarnos a nosotras mismas y cuestionar la cultura del amor en la que hemos sido educadas.

Yo soy optimista, creo que desde que terminé mi tesis sobre el amor romántico, cada vez siento que somos muchos escribiendo, debatiendo, usando la imaginación, y reconstruyendo el amor. Queremos liberarnos del masoquismo romántico, de las relaciones infernales, de los miedos, los odios y las guerras, los sacrificios, los sufrimientos, las etiquetas, las jerarquías, las dicotomías, los estereotipos mandatos de género, los egoísmos, y la violencia. Y creo que es un trabajo apasionante el poder hacerlo en pareja, y a solas, y con la gente.

Son muchos años de patriarcado encima, ni lesbianas, bisexuales ni gais se salvan, también tienen que trabajárselo como las heteras. No vamos a borrar de un plumazo todo lo que heredamos de nuestros ancestros porque despatriarcalizarse requiere de mucho trabajo: tenemos que dejar de etiquetar y generalizar, tenemos que dejar de utilizar el pensamiento binario y empezar a utilizar el pensamiento complejo para poder entender todos los patriarcados que nos habitan.

Gracias a ese trabajo de desmontar el romanticismo patriarcal, podemos fabricar nuestras propias herramientas para aprender a querernos bien. Sería más fácil si de pequeñas recibiésemos educación sexual y emocional para aprender a expresar y gestionar nuestros sentimientos, para aprender a disfrutar con la diversidad, para aprender a relacionarnos en igualdad. Si nos enseñasen en la escuela a aprender a relacionarnos desde el buen trato y el respeto mutuo, a desaprender todas las estructuras, y a desaprender la violencia romántica.

Si en las escuelas pudiésemos analizar la realidad desde una perspectiva crítica, cuestionaríamos todos los mitos con los que nos seduce el romanticismo patriarcal. El objetivo es que nos creamos todo el cuento, y nos entretengamos en soñar un paraíso individual con el que olvidarnos del mundo.

Para no caer en la estructura machista del romanticismo, tenemos que contarnos otros cuentos, darle la vuelta a las historias, imaginar otros finales felices posibles, eliminar los príncipes azules y las desvalidas y sumisas princesas rosas, crear personajes potentes que muestren la complejidad y la diversidad de nuestro mundo. Creando nuevos personajes, podremos conocer otros modelos de masculinidad y feminidad y tendremos más herramientas para cuestionar el modelo hegemónico basado en la guerra de los sexos.


Para poder organizarnos mejor, para relacionarnos de otra manera y transformar el mundo en el que vivimos, tenemos que trabajarnos los patriarcados que nos habitan. Liberarnos de la necesidad de dominar a los demás, aprender a convivir con la gente que nos rodea, aprender a querernos sin poseernos, aprender a unirnos y separarnos con amor. Necesitamos nuevas estructuras emocionales, nuevos modelos amorosos, nuevas formas de amarnos que nos permitan relacionarnos horizontalmente, sin jerarquías, sin estructuras de dominación ni sumisión. Necesitamos más amigas, más amigos, y menos enemigos. Necesitamos dejar a un lado a la soledad, multiplicar la gente a la que queremos, ensanchar el concepto de amor, sacarlo a las calles y las plazas, a los lugares de trabajo, al barrio, al estadio de fútbol, al concierto, a la asamblea….Esta educación sexoamorosa debería empezar en la infancia y no terminar nunca: todos y todas necesitamos herramientas para aprender a querernos mejor, para disfrutar del placer sin culpa, para aprender a amar desde la libertad, para aprender a decirnos adiós con amor, para aprender a construir relaciones igualitarias libres de violencia y de machismo. Con estas herramientas podremos construir enormes redes de afecto para hacer frente a la pobreza, a la precariedad, a la explotación. Esas redes serían una forma de resistencia frente a un sistema que no es capaz de asegurar nuestro bienestar ni garantizar nuestros derechos más básicos.

En resumen, necesitamos con urgencia un amor compañero que se parezca a la amistad, un amor libre de machismo y de violencias, un amor en el que puedas ser tú misma, y puedas crecer junto a la otra persona el tiempo que queráis compartir un trocito de vida. Querernos bien, querernos sin hacernos daño: el reto es aprender a tratarnos con amor, a relacionarnos con madurez y con alegría, sin tener que construir sistemas de defensa en una relación en la que no somos enemigos, sino compañeros y compañeras de viaje.

Hay que tratar de ser compañeros y compañeras en el amor, porque sólo se puede amar en libertad, y porque creo que es una hermosa forma de amarse: con el amor compañero podemos aprender a querernos mucho, a querernos bien, a juntarnos y separarnos cuando queramos, a estar bien con una misma y con los demás. Creo que en buena compañía es más bonito vivir el presente, se disfrutar más del amor y se vive mejor… Así que me quedo con esta relación entre iguales, con el amor entre compañero, para reivindicar nuestro derecho a celebrar el amor y la amistad. Y no solo en febrero., hay que celebrarlo siempre.



Coral Herrera Gómez